Según
Pangalé y el resto de mis informadores, aquellos seres capturaban a los humanos
y los mataban. Y lo hacían de una forma muy peculiar: introducían una lengua
bífida por la nariz de la víctima, extrayéndole la sangre. El pánico de los
Dogon llegó a tal punto, que al ver descender las Arcas, se escondían en
bosques y aldeas, no acercándose jamás a ríos o lagos.
»Extracción de sangre. Aquello me recordó
otros sucesos similares acaecidos en nuestros días, pero con animales. Griaule,
en efecto, no había contado toda la verdad. Y Pangalé reveló algo que me dejó
perplejo: los Nommo continuaban bajando a la tierra. Los había visto hacía tres
lluvias. Tenían el cabello largo hasta la cintura, y la mitad inferior, como la
cola de un pez. Se movían sin dificultad, sin tocar el suelo. Otros Dogon, en
otras aldeas, me facilitaron idénticos testimonios».
[...]
«Y supe que los Nommos, al salir del agua,
tenían el poder de transformarse. Dejaban de ser Hombres-Peces, y aparecían
como humanos, pero muy hermosos. Fue así como lograron mezclarse con los Dogon.
Fue así como los adoctrinaron. Y fue así como bebieron la sangre de las
víctimas. Según estos ancianos, el número de asesinatos se contó por cientos.
Siempre bajaban con las lluvias. Siempre por el Arco Iris. Y cuentan los
iniciados que fueron los Dioses quienes les enseñaron a circuncidar...».
EL
REY-SERPIENTE ARWÉ
En «Una Caja
de Madera y Oro», otro de los documentales de la Serie «Planeta Encantado», de
J.J. Benítez, nos encontramos con la siguiente joya informativa:
«Es en el Reino de Saba (territorio que
abarca los actuales Yemen y Etiopía), donde la leyenda sitúa al Rey-Serpiente
Arwé, que controlaba y aterrorizaba la región hace 3.000 años, hasta que
Makeda, hijo del Rey Agabo, lo decapitó.
»Arwé era un misterioso dios que habitaba
en los cielos, y que descendía a la Tierra con las lluvias. Una criatura de
largos cabellos, mitad hombre, mitad reptil, que se alimentaba con la sangre de
humanos y animales.
»Una criatura que, según los Tuaregs, ha
sido vista en nuestros días, en las ardientes arenas de los desiertos de Libia.
Ellos lo conocen con el nombre de Almah».
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