El periodista estadounidense Webster Tarpley abordó durante
la conferencia Axis for Peace las
formas modernas de injerencia, en particular la explotación de la amenaza
terrorista. «Es imposible comprender la política actual de Estados Unidos si
se subestima el alcance real del 11 de septiembre. Los atentados cometidos en
esa fecha constituyeron un golpe de Estado. La guerra contra el terrorismo está
basada en un mito y se ha convertido en una religión de Estado obligatoria a
partir de esos acontecimientos. La única manera de luchar contra los
neoconservadores es destruir ese mito. La creación de una comisión de la
verdad, semejante a la de Russell luego de la guerra de Vietnam, podría ayudar
a destruirlo.» Entre las principales obras publicadas por Webster Tarpley,
se encuentran una investigación sobre la manipulación de las Brigadas Rojas por
parte de la Logia P2 y el asesinato de Aldo Moro, una biografía no autorizada
de George Bush padre y recientemente un análisis de los métodos utilizados para
perpetrar los atentados del 11 de septiembre de 2001.................................................................................
En la agenda de la
inteligencia militar estadounidense Bin Laden obedece a dos tipos de
construcciones.
Una verdadera, asociada con las redes secretas del
terrorismo, y otra fabricada para consumo mediático.
En la primera, se indica que su formación de soldado
terrorista proviene de los sótanos históricos de entrenamiento de la CIA.
Y en la segunda, las evidencias lo señalan como un espectro
fantasmal sobre el cual se montan innumerables campañas de prensa
internacional.
Cuyos resultados fueron hasta ahora siempre funcionales a
los intereses estratégicos del Estado imperial norteamericano, que ya concretó
dos invasiones militares (Afganistán e Irak) con la leyenda del
"terrorismo de Al Qaeda" como justificativo y telón de fondo.
Al margen de su extensa biografía, también en gran parte
construida por la CIA, Osama recién ingresó a la fama internacional tras la
voladura de las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Sobre su figura se tejieron todo tipo de historias, de
dudoso origen y siempre favorables al ocultamiento de datos que lo vinculan al
propio imperio que dice combatir con la ayuda de Alá.
Los intelectuales y los periodistas rentados se encargaron
de construirle un "perfil" a tono con los gustos consumistas de la
opinión pública, y sin mostrar las redes vinculantes de su biografía con la CIA
y con las políticas colonizadoras de EEUU en el mundo árabe y musulmán.
El líder de Al Qaeda fue fabricado de acuerdo a las
necesidades del "nuevo enemigo", que el imperio necesitaba (tras la
caída de la URSS) mostrar a la sociedad después de los atentados del 11-S, y
que la inteligencia norteamericana utilizó para conseguir consenso local e
internacional a sus nuevas políticas de invasión militar.
Al margen de sus antecedentes en el campo del
"terrorismo internacional", Osama, que fue reclutado por la CIA para
combatir contra los soviéticos en Afganistán a principios de la década del
80, representa una innovación en el
campo de la inteligencia militar americana.
Un producto acabado de la acción psicológica mediática
orientada a direccionar conducta colectiva con fines políticos y de control
social que los halcones de la Casa Blanca utilizaron en los momentos que la
imagen de Bush decaía o que los problemas políticos estrangulaban a su
administración.
Este costado mediático de la "leyenda Bin Laden"
no fue suficientemente analizado o explorado por la prensa alternativa ni por
los intelectuales críticos, más obsesionados por la figura
"terrorista" de Bin Laden que por el uso mediático que hicieron EEUU,
Europa y sus trasnacionales capitalistas de su
leyenda y de las apariciones de Al Qaeda posteriores al 11-S.
El uso mediático-político de la figura de Osama por parte de
la CIA, queda opacado por la psicosis de terror montada masivamente alrededor
de su figura y de la "Red Al Qaeda" en los años que siguieron a los
atentados del del 11-S.
A lo máximo que han llegado los críticos y analistas de Bin
Laden y del 11-S es a lanzar acusaciones o a deslizar sospechas sobre el
aprovechamiento político (y/o la participación como ejecutora) de la
administración Bush en los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Si bien el objetivo esencial de esos ataques fueron la
invasión a Irak y Afganistán, Bin Laden y la "guerra contraterrorista
global" sirvieron luego para un rediseño estratégico de las políticas de
conquista militar de mercados y obraron como un nuevo marco de expansión y
ganancias para los bancos y trasnacionales del sistema capitalista en su
conjunto.
El uso "multifunción" del terrorismo
Los expertos y analistas se concentran en el Bin Laden
"terrorista", y pierden de vista los manejos mediáticos que se hacen
con su imagen demonizada que inauguró una época en que los medios de
comunicación sustituyen a los ejércitos en las funciones del control social sin
uso de armas.
En términos estratégicos, con la leyenda mediática de Bin
Laden y el peligro del "terrorismo internacional" a partir del 11-S
el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del capitalismo)
sustituía dos aspectos claves de su supervivencia como Estado imperial:
A) Lanzamiento de nuevas conquistas militares de mercados
justificadas en la "guerra preventiva contra el terrorismo" y en la
nueva doctrina de seguridad de EEUU emergente tras los atentados del 11-S.
B) Aplicación de una nueva lógica represiva y de control
político y social (sustitutiva de las "dictaduras militares"
setentistas) en los países dependientes bajo el argumento del "combate
contra el terrorismo".
En primer lugar, la leyenda de Bin Laden y el
"terrorismo internacional" servirían a Washington para justificar la
existencia de un nuevo "enemigo estratégico" de EEUU y de la
humanidad, cuya figura había desaparecido con la caída de la Unión Soviética
que legitimaba con su presencia (y en el marco de la Guerra Fría) las guerras
de invasión y la carrera armamentista que engordan las ganancias de las
megacorporaciones del Complejo Militar Industrial y de los bancos de Wall
Street que lucran con las "reconstrucciones" de los países
conquistados.
En segundo lugar, la leyenda mediática de Bin Laden sirvió
para justificar una nueva "doctrina de seguridad nacional" que tiene
al "terrorismo internacional" y a las dictaduras del "eje del
mal" que lo protegen como el justificativo esencial de las "guerras
preventivas" que la maquinaria militar norteamericana lanzó tras el 11-S
para apoderarse de mercados y de recursos naturales, principalmente petróleo.
En tercer lugar, la leyenda mediática de Bin Laden sirvió a
la administración Bush para establecer un sistema de control político y social
(realizado mediante la manipulación de conducta colectiva con el miedo al
terrorismo) que fue utilizado tanto dentro de EEUU como fuera de sus fronteras
cada vez que Washington necesitaba imponer su estrategia imperial o conseguir
consenso internacional.
En cuarto lugar, con la leyenda mediática de Bin Laden y el
"terrorismo de Al Qaeda" Washington elaboró una nueva "hipótesis
de conflicto militar" con la cual funcionan no solamente los ejércitos y
policías de los países dependientes (como es el caso de América Latina) sino
también los de las potencias capitalistas centrales, principalmente Europa y
Rusia, socias encubiertas de las depredaciones y conquistas militares del Imperio
yanqui.
En quinto lugar, y a nivel control político social (tanto en
países dependientes como en las potencias centrales) la "guerra
contraterrorista" sirve de justificación y de base argumental para la
elaboración de legislaciones represivas y de "criminalización" de los
conflictos sociales asociados con "actividades terroristas".
El espionaje ilegal lanzado por la administración Bush tras
los atentados del 11-S en EEUU -posibilitado por la nivelación planetaria de la
"guerra contraterrorista"- ya se está aplicando en la mayoría de los
países dependientes, principalmente en América Latina, donde los gobiernos y
ejércitos mantienen convenios y acuerdos de cooperación con el Comando Sur de
EEUU para combatir al terrorismo.
En otras palabras, en un planeta sin "comunismo",
sin golpes de estado militar ni guerras ínter-capitalistas, la leyenda
mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirven de
justificación para el desarrollo expansivo de la industria militar y de las
trasnacionales y bancos capitalistas que extraen su principal tasa de rentabilidad comercial de
las guerras y los conflictos armados.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas, ya casi sin
conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente), la leyenda
de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirvió (y sirve) para
alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio
norteamericano, para crear nuevos y potenciales mercados a la trasnacionales
capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los
complejos militares industriales que han encontrado en la "guerra
contraterrorista" su nueva tajada ganancial en el negocio armamentista.
Bien mirado, el uso "multifunción" de la leyenda
mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional", excede las
fronteras de EEUU y se convierte en lógica esencial de preservación política,
militar y económica del sistema capitalista en su conjunto.
Con la "era Bin Laden" el "terrorismo"
suple a la lógica del dominio por medio de la guerra militar convencional y sirve como justificación global de las
políticas de sometimiento y control social aplicadas por el sistema capitalista
trasnacional con EEUU a la cabeza.
Reunido a mediados de septiembre de 2005 en el marco de la
60 Asamblea General, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó dos resoluciones
de forma unánime haciendo un llamamiento a los Estados a reforzar la
"guerra contra el terrorismo", tal como lo impusieron en agenda EEUU
y Gran Bretaña.
De esta manera la Cumbre, integrada por 172 países, priorizó
el "terrorismo" sobre otros temas en discusión como la ayuda al
desarrollo y el combate a la pobreza, la promoción de la
"democracia", el manejo de crisis humanitarias y de derechos humanos.
Cumpliendo con los deseos de Washington, mediante la
Resolución del Consejo 1624, los líderes condenaron "en los más fuertes
términos todos los actos de terrorismo con independencia de su motivación,
cuándo y por quién sean cometidos, como una de las más serias amenazas a la paz
y la seguridad" y reafirmaron "la imperativa necesidad de combatir el
terrorismo en todas sus formas y manifestaciones por todos los medios, de
acuerdo con la Carta de Naciones Unidas".
La resolución hizo un
llamamiento a todos los Estados a adoptar todas las medidas necesarias,
incluida la prohibición por ley del incitamiento a cometer actos terroristas,
denegando asilo a cualquier involucrado en estos actos, y cooperación para
fortalecer las fronteras y combatir el tráfico fraudulento de documentos.
De esta manera, al imponer la "guerra contraterrorista
global" nivelada como hipótesis de conflicto central para todas las
naciones, EEUU reafirma su propia doctrina de "seguridad nacional" y
agenda de "guerras preventivas" en todo el planeta.
La conformación de acuerdos militares y de "planes
contraterroristas" por parte de esos Estados, aseguran, a su vez, que los
complejos militares y la industria de la guerra sigan funcionando a full
movilizando tecnología de punta y capital financiero con asiento en la catedral
de Wall Street.
Las alertas de "máxima seguridad" (como las que ya
rigen en Europa y EEUU) así como una revitalización y profundización de los
"planes antiterroristas" (como se está haciendo en España, Francia e
Italia) dan una nueva cuota de credibilidad al escenario de la "guerra
contra el terrorismo" lanzada como la nueva cruzada de supervivencia de la
humanidad.
En cada una de las invasiones militares para "terminar
con el terrorismo" (Irak, Afganistán, y anteriormente, con Clinton, la
invasión a Yugoslavia) las corporaciones armamentistas, petroleras,
tecnológicas y de servicios del Complejo Militar Industrial norteamericano, así como los megagrupos financieros y bancos
de inversión de Wall Street, abrieron "nuevos mercados" y cosecharon
millonarias ganancias con la ocupación militar.
Durante cada invasión para "destruir al
terrorismo", las armamentistas aumentaron su flujo de ventas con las
tropas ocupantes, las petroleras extrajeron y comercializaron petróleo
favorecidas por el control sobre los Estados invadidos, las de servicios
(incluidas las empresas de seguridad) concretaron multimillonarios contratos con
el Pentágono, y los bancos y megaconsorcios de Wall Street levantaron ganancias
multimillonarias financiando la "reconstrucción" de los países
destruidos por los bombardeos.
Paradojalmente, en un mundo sin guerras militares
convencionales, la "guerra contraterrorista global" (la
"civilización occidental" contra el "eje del mal")
posibilita que las invasiones militares capitalistas por conquista de mercados
y el desarrollo expansivo y concentrador de las trasnacionales y bancos capitalistas
se sigan realizando por "otras vías".
Bin Laden y el "terrorismo mediático"
Todo el proceso de "terrorismo mediático" con Al
Qaeda y Bin Laden, desde el 11-S en adelante, se desarrolló en los medios de
comunicación, principalmente en las cadenas televisivas, que trasmiten en vivo
las imágenes de destrucción que a través de un ida y vuelta -feed baack-
generan masivamente la psicosis terrorista a escala planetaria.
Su propia naturaleza de "terrorismo mediático"
lleva a que el efecto Al Qaeda sólo pueda ser apreciado en el plano de las
reacciones internacionales reflejadas por las grandes cadenas y agencias que
nivelan un mismo "paquete informativo" para todo el mundo.
Sin la "globalización de la imagen" a Washington y
la CIA les hubiera sido imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico
"enemigo número uno de la humanidad" tras la voladura de las Torres
Gemelas, iniciando así la era de la utilización del terrorismo mediatizado como
estrategia y sistema avanzado de manipulación y control social.
De esta manera, las operaciones terroristas de la CIA con Al
Qaeda, con sólo cuatro bombas detonadas sincronizadamente a distancia (como
ocurrió en Londres) pueden multiplicar infinitamente (casi como una bomba
nuclear) los efectos políticos y sociales de la destrucción por medio de la
difusión mediática manipulada y nivelada masivamente para todo el planeta.
El proceso de "miedo al terrorismo" es alimentado
a su vez por las grandes agencias y cadenas internacionales que se encargan de
difundir por todo el planeta, y como si fuera una novela de espionaje,
versiones, trascendidos, comunicados, cartas, videos con nuevas amenazas, "información
secreta" sobre grupos terroristas, pistas "árabes", etc., etc.,
cuya usina matriz, en la mayoría de los casos, se encuentra en los sótanos de
planificación de la CIA o del resto de la estructura de inteligencia
norteamericana, o israelí.
Después de la masacre de Londres (igual que después del 11-S
y el 11-M) la prensa internacional sólo habla y hace hablar al mundo de
terrorismo.
En ese contexto, una noticia sobre terrorismo sólo puede ser
tapada con otra noticia sobre terrorismo.
La "psicosis terrorista" es alimentada a su vez, y
como si fuera una novela de espionaje, por rumores de nuevos ataques de Al
Qaeda, cacería de supuestos culpables, e imaginarias "pistas árabes"
o "conexiones islámicas" salidas de misteriosos archivos
"secretos" de los servicios de inteligencia.
Los niveles de comprensión masiva sobre el "terrorismo
de Al Qaeda" son pobres y lamentables: los analistas y periodistas del
sistema -sin mecanismos de conexión en su tablero cerebral- comentan los
acontecimientos según los principios y explicaciones de la "investigación
oficial" de turno.
Repiten como monos parlantes lo que la CIA, el FBI, el M-16
y Scoltland Yard, y las usinas mediáticas de Washington les trasmiten a través
de las "fuentes" y los comunicados oficiales.
Así como los atentados del 11-S en EEUU sirvieron para
argumentar y justificar las invasiones de Irak y de Afganistán, el 11-M español
y el reciente 7-J británico sirvieron -en distintas etapas- para frenar caídas
abruptas de la imagen de Bush, tanto en la campaña electoral del año pasado
como en la coyuntura presente, cuando se encuentra acorralado por denuncias y
cuestionamientos a la ocupación militar de Irak.
Esta situación particular del "terrorismo
mediático" como arma de manipulación política y social determina que sus
causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano mediático, y no en el
marco del análisis político o estratégico convencional.
Osama, el ícono del terror
Tras el 11-S las "reapariciones" periódicas de
Osama Bin Laden "amenazante" fueron un clásico en la prensa
internacional.
Sus modus operandi fueron siempre los mismos:
Aparece, amenaza a Europa y a Estados Unidos con la guerra
santa, promete atentados, asesinatos en masa con armas químicas y biológicas, y
luego desaparece tan misteriosamente
como había llegado.
Su imagen, recreada hasta el cansancio por las pantallas de
TV., ya resulta tan "familiar" como la del Che o la de Jesucristo.
Sus "apariciones" en videos de dudoso origen, y en
cadenas falsamente opositoras a EEUU como Al Jazzeera, siempre generan
inquietud y estados de "alerta
rojo" en EE.UU. y en las metrópolis europeas.
El desarrollo secuencial de sus apariciones tras el 11-S
siempre obedecieron a un mismo patrón.
Al Jazeera muestra los videos con sus comunicados y
amenazas, las cadenas estadounidenses y europeas los difunden por todo el
mundo, y la CIA -con el resto de los servicios de inteligencia de las potencias
centrales- anuncia todo tipo de catástrofes terroristas en ciernes,
principalmente en Estados Unidos o Europa.
Después sólo hay que "relacionar" el recuerdo real
de las masacres explosivas del 11-S, el 11-M, o el 7-J con la "imagen
terrorista" de Bin Laden puesta en la pantalla.
Salvo excepciones (11-M y 7-J), ya casi no se necesita
mostrar las huellas sangrientas del terrorismo real en vivo y en directo.
La sola presencia mediática del hombre del turbante (como ya
se demostró en los comicios pasados en EEUU)
alcanza para producir los efectos psicológicos buscados.
Tras el 11-S la verificación material de los atentados, es
sustituida por el temor a los atentados producido por los videos con la imagen
de Osama Bin Laden o los íconos mediáticos de la "Red Al Qaeda".
Como el perro de Pavlov, los norteamericanos y europeos
segregan adrenalina y consumen terrorismo condicionado, como si fuera verdadero
gracias al sistema de inducción mediática que taladra constantemente en sus
cerebros.
Si bien en Europa, en los últimos tiempos se empezó a
manifestar un cierto "escepticismo" respecto de Bin Laden y Al Qaeda,
los atentados en Londres del 7 de julio de 2005, sirvieron para avivar el temor
a la presencia real del terrorismo en el mundo.
En el mundo real no hay datos precisos de la existencia o de
la muerte de Bin Laden, y todavía nadie reveló como pudo escapar del cerco
militar y de los misiles en Afganistán.
No hay quien se interrogue por qué la CIA, con sus infinitas
redes de infiltración dentro del terrorismo islámico, no lo haya podido
detectar ni asesinar. Porqué Osama desapareció sin dejar rastros, a pesar de
que oficialmente lo buscan noche y día todos los servicios de inteligencia del
mundo.
Los videos difundidos por Al Jazeera son de dudoso origen, y
la mala calidad de su imagen y su audio no permiten determinar su veracidad ni
la fecha de su filmación, no obstante la CIA y las cadenas mediáticas le
otorgan veracidad difundiendo los comunicados sin ningún análisis.
Esta falta de análisis estratégico sobre el uso
mediático-terrorista de la imagen de Osama, no se debe ni a la inocencia ni a
la casualidad.
La tácita complicidad de la prensa internacional con las
operaciones de la CIA, es un hecho que se revela en la dinámica de su propia
estructura empresarial.
Sus intereses y negocios están asociados -por medio de
complejos vasos comunicantes a las transnacionales y a los megagrupos
financieros que operan en Wall Stret y en el Complejo Militar-Industrial.
Los grandes diarios, las grandes cadenas televisivas de
EE.UU. y de Europa, forman parte del exclusivo club de las 200 multinacionales
que se benefician de las conquistas militares-capitalistas por todo el
planeta.
La leyenda terrorista-mediática de Bin Laden esta construida
a la medida de la nueva lógica expansiva del capitalismo transnacional.
Detrás de ese nuevo mito, Estados Unidos desarrolla su
estrategia de conquista militar en Asia, Africa, América Latina y Medio
Oriente.
Bin Laden -como ayer lo fue el comunismo soviético- es el
nuevo legitimador social de las políticas de conquista militarista emergentes
de la Nueva Doctrina de Seguridad norteamericana. Manuel Freytas
No hay comentarios:
Publicar un comentario