La democracia
española fue una colosal estafa a los ciudadanos
Francisco Rubiales.- Con la decisión de no actualizar el
poder adquisitivo de las pensiones, el gobierno de Rajoy ha destruido la poca
credibilidad que le quedaba y ha dejado a la sociedad española con una triste y
peligrosa sensación de soledad, desamparo y rabia rebelde. Los demócratas y los
ciudadanos decentes de España rumian ya su revancha frente a un ejecutivo que
consideran hostil y adversario del ciudadano y del interés general. La
situación en España se torna muy peligrosa y se sitúa en el borde del
enfrentamiento entre ciudadanía y gobierno, una base sólida para el conflicto
generalizado.
Millones de ciudadanos opinan que el gobierno del PP está
superando al de Zapatero en mentiras, arrogancia, injusticia y destrucción del
bienestar. Solo actúan cuando no tienen mas remedio o cuando el clamor popular
les produce miedo. Así lo han hecho con los desahucios, con el endeudamiento,
con el despilfarro, con los privilegios de la casta política, con las
subvenciones politizadas y con todos los deberes y retos del liderazgo en
España. Los políticos españoles acumulan un balance estremecedor de carencias,
ausencias, arbitrariedades, injusticias, traiciones y fracasos que el ciudadano
tiene el deber de cobrarse en las urnas, votando en blanco o no acudiendo para
poner de manifiesto su oposición a un sistema que, lleno de perversiones,
conduce al país hasta su derrota y desaparición.
Aunque no es el único abuso arbitrario e injusto, los
desahucios son el mejor ejemplo para explicar la baja calidad de la democracia
española y el pésimo nivel de nuestros políticos. Los jueces siguen aplicando
una legislación de principios del siglo XX, lo que significa que la democracia
ha sido incapaz de reformar la injusticia de otorgar a los bancos un poder
absoluto sobre las familias que no pagan sus hipotecas, a las que arrebatan sus
viviendas y siguen embargando por el resto de sus vidas, convirtiéndolas en
excluidas y miserables. La demora de los desahucios de los más necesitados, por
dos años, no es la solución sino un ridículo parche que hasta beneficia a la
banca, ni significa la desaparición de una ley hipotecaria injusta y
desproporcionada, que aplasta al individuo y a la familia en beneficio de un
sistema financiero opresor e inmisericorde.
El PP y el PSOE rechazaron en las Cortes la solución del
problema y votaron en contra de que la entrega del piso saldase la hipoteca. En
el Pleno del Congreso de los Diputados confirmaron en 2011 su rechazo a
tramitar una proposición de ley de IU e ICV, que reclamaba cambiar la
legislación hipotecaria. Ambas formaciones han asegurado que la iniciativa, que
también reclamaba el reconocimiento del derecho subjetivo y “judicialmente
exigible” de todos los ciudadanos a una vivienda, vulneraba las competencias de
las comunidades autónomas en esta materia, un argumento que también han
esgrimido CiU y PNV para justificar su abstención.
El mismo fracaso e idéntica capacidad de anticiparse a los
problemas han rodeado otros grandes dramas de España que pudieron ser
solucionados por los políticos, como el auge del nacionalismo, el saqueo de las
cajas de ahorro, el endeudamiento masivo y el despilfarro. La última muestra de
despotismo sin respeto ni sensibilidad hacia el débil y pobre es la reforma de
la Justicia que impulsa el gobierno, con Gallardón a la cabeza. La desaparición
de la justicia gratuita beneficia también a los poderosos y aplasta todavía más
al débil, para el que España ha dejado de ser una patria para transformarse en
un tormento.
Ni siquiera tuvieron previsión y acierto a la hora de
cambiar el modelo productivo de España, a todas luces desfasado e insuficiente
para un país moderno. La abundancia de dinero recaudado en el pasado, inmensa,
debió ser utilizada para reformas estructurales que hoy sustentarían nuestra
riqueza, pero aquellas enormes plusvalías procedentes de urbanizarlo todo y
construir más que en Francia, Inglaterra y Alemania juntas, fueron
despilfarradas o robadas por una clase política que, por inepta, mentirosa e
inmoral, merece ser disuelta y enviada a las mazmorras de la Historia.
La sociedad española es golpeada a diario por el impacto
seco de la injusticia, el abuso de poder y un sistema legal inútil. El
ciudadano se convence de que el poder les ha olvidado y se ha convertido en un
hacha al servicio de los poderosos. Los políticos mantienen sus privilegios,
los que han saqueado las cajas de ahorros y las arcas públicas no devuelven lo
robado, ni pagan por sus crímenes, el sistema siempre beneficia a los de arriba
y aplasta a los de abajo. La reacción pasa rápidamente del desencanto al
rechazo y, en algunos casos, al odio. Están abonando el terreno para que España
se convierta en un hervidero de frustración social.
Nadie sabe cual será la respuesta de las masas ante las
agresiones del poder político que padece, pero ya no cabe la cobardía, y la más
suave, lógica y natural es la venganza del pueblo en las urnas, una venganza
que ya no se ejercerá masivamente, como en el pasado, votando a un partido de
oposición para castigar al que gobierna, sino votando en blanco, anulando las
papeletas y absteniéndose para expresar así el profundo dolor que sentimos y el
desprecio que los políticos nos merecen.
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